dijous, 12 de gener del 2012


    Aquí teniu l'email d'un amic meu, el Dr. Carlos Sánchez, 
     sobre I   el món gira. 


Acabé tu novela ayer. Mientras escribo esto veo que la recomiendan en “Vía llibre”, el programa de libros del 33 y tengo que reconocer que me molesta un poco que los comentarios vistos y leídos la presenten siempre (y exclusivamente) en relación al caso Millet: cuando ya nadie sepa quién fue Millet, Ricard Moja seguirá vivo, vet-ho aquí.

Vamos a dejar de lado la “pequeña” cuestión del oído para el lenguaje, la presencia de pronoms febles casi surrealistas y tu capacidad para captar el “clima” de una conversación, un ambiente. Mientras la leía, pensé en el comentario que un día hiciste sobre Tom Wolfe y su novela “Todo un hombre” y me parece que te pasa como a él: tienes un “feble” por tu personaje; quizá por eso hay que recurrir al hermano para que hable mal de él… Una novela así necesitaba una persona como tú, capaz de dar cuenta con solvencia de esa especie de triángulo de las Bermudas constituido por la vida municipal barcelonesa, el alma de la burguesía catalana y el mundo del arte. Pero, claro, siempre hay algo más. Y el caso es que tu novela es dos novelas… o cuatro, según se mire. De un lado, la peripecia de Ricard Moja y su mundo; de otro Rubén y la India. De un lado, el presente de tirios y troyanos; de otro, el pasado que, de verdad de verdad (o al menos es la impresión que me ha dado) sólo parecen tener los troyanos, es decir Rubén y relacionados. Dos novelas y dos sensibilidades, dos maneras de vivir las cosas y también de contarlas, con más distancia y más ironía en la primera y más nostalgia en la segunda. Déjame decir una boutade, pero la impresión que he tenido es que mientras que en la novela de Moja te sentías cómodo, en la de Rubén te sentías implicado. Y luego he pensado en la novela de Freud que se convirtió también en dos novelas y me he preguntado qué demonios debe querer decir eso… No te hagas ilusiones, no sólo no tengo respuesta sino que ni siquiera tengo una hipótesis.

Me he reído mucho con las peluqueras (impagable Jessica: ¿tienes su teléfono?) pero no em sé avenir al destino que le das a Nené que de tòtila enamorada comprando ostras en la Boqueria, pasa a la “venganza inocente” de la entrevista a La Vanguardia.

Y también me ha hecho pensar. Ya sé que quizá sea marginal en tu relato, pero hay dos momentos que mi radar personal ha detectado ipso facto (uno Rubén hablando con Farga el de la tele y otro Nené con sus compañeras) en que los personajes bajan los brazos, renuncian a seguir hablando porque se dan cuenta de que no podrán ser entendidos. En este caso se trata de pequeñas renuncias: a fin de cuentas Farga es un cretino y las amigas de Nené, aunque no puedan escucharla ahora suelen prestarle atención y son capaces de entenderla. Pero ese momento es un síntoma, el descubrimiento de que algo se quiebra y no podemos hacer nada para remediarlo, porque las palabras (lo único que tenemos para sobrevivir) ya no sirven.

¿Tengo que añadir que tu libro me ha gustado mucho?

Un abrazo,
Carlos

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